26 de diciembre de 2011

Yo y la poesía

No escribo poesía porque me guste la poesía.
Escribo poesía porque detesto la poesía.
Lo hago, porque si no la escribo se queda dentro de mí
Y detesto la poesía.

10 de diciembre de 2011

Haiku a la luna llena

6 mil millones
mirando al cielo, y tú
mirando abajo

7 de diciembre de 2011

Bote pesquero


Había una vez un hombre (probablemente se llamaba Raúl o Ramiro) que iba caminando por la playa. La playa era su lugar favorito, lo que más le gustaba estando ahí era recorrer descalzo la arena, lo hacía por horas y horas, disfrutando de las diminutas olas golpeándole los pies, y de la casual roca que se clavaba en su planta. si llegaba a un acantilado o a un paso imposible, se daba vuelta y seguía caminan en sentido opuesto. Le encantaba también, ver como el sol se escondía en el horizonte, y coloreaba con sanguina las nubes, haciendo que todo el mundo se viera amarillo o rojo o púrpura, poco a poco transmutando el cielo para revelar las estrellas.

Justamente este día se encontró en la orilla un bote de madera suspendido, tenía una red de pescar y un remo. Como no vio a nadie cerca, decidió montarlo. Se fue remando mar adentro, no muy lejos, claro está, no quería perder de vista la isla. Cuando estuvo en un punto que le pareció apropiado, tiró la redecilla, se puso en una posición cómoda y se quedó observando cómo el Sol enrojecido se ocultaba detrás del velo del océano. A medida que eso sucedía, él se iba relajando más y más, cerrando de a poquitos sus pesados párpados...

A punto de dormirse, una sacudida lo despertó, volvió en sí para darse cuenta de que todo el cielo estaba azul ¿a dónde ha ido el sol? preguntó incapaz de hallarse a sí mismo, pero no tardó en reaccionar y ubicarse en esa balsa en medio del mar, miró abajo y vio que la red se estaba moviendo y el bote iba de un lado a otro. 

Entonces, se le aceleró el corazón y se le enfrió todo el cuerpo, algo había picado, algo grande. Trató con todas las fuerzas que tenía, de halar la red, pero lo que sea que allí estaba le respondía con un ímpetu aun mayor. Tiró y tiró, hasta que a punto de voltear su nave pudo sacar la red.

Al escurrirse el agua que le cubría la cara, vio en medio del bote, enredado entre los resistentes hilos, al Sol, empapado y muerto del susto, el pobrecito parecía agonizante. Nuestro protagonista, al ver lo que se retorcía entre sus piernas, se conmovió y no lo pensó dos veces. Con el mango del remo (buscando no quemarse) lanzó el Sol de regreso al agua, y retornó a la orilla.


Nunca volvió a coger botes prestados.





Apuntes:
-Gracias a esas caritas blancas rosaditas de inocencia por su infinita fuente de inspiración
-El anterior cuento no tiene relación alguna con El Vuelco del Cangrejo (r)

6 de diciembre de 2011

Sobre mí [1]

Si me muriera y llegara al cielo, y en la puerta del paraíso me encontrara a san Pedro, y este me preguntara: ¿quién es usted? Yo le respondería: Yo no sé, ¿usted tampoco sabe?...

Y él miraría en su gigantesca libreta de apuntes y diría algo así como: Según mi información, usted es el número 7.426'689.455. Y yo no podría estar más de acuerdo

2 de diciembre de 2011

La oportunidad

Tú tranquila nena
que la oportunidad llegará
puedes verlo adelante
vendrá el momento indicado


Y cuando llegue
te diré lo que he de decirte
y tú sonreirás
y yo sonreiré
y una de dos cosas sucederá
tu corazón caerá muerto a mis pies
o mi corazón caerá muerto a los tuyos