26 de septiembre de 2011

Cuidado donde dejas tu cerebro

Pacho estaba a punto de salir, ya era hora de ir a la compañía que administraba, pero no podía encontrar las llaves de su casa, por más que se rascaba la cabeza, no lograba conseguir la ubicación de las llaves. Se puso, entonces, a buscar en su armario, en el estudio, en los cajones, y justo buscando entre tantos papeles que guardaba, encontró su cerebro.

Estaba debajo de una especie de calendarios, lo desempolvó un poco, lo frotó con el antebrazo y se lo introdujo en la cabeza. Al instante, centenares de pensamientos se le ocurrieron, recordó todo lo que se le había perdido y cómo, a los 3 años su perro, a los 8 unos cuadernos, a los 12 un dinero.

También recordó que a los 15 perdió su voz de niño, a los 18 la virginidad, a los 22 al amor de su vida, a los 25 los escrúpulos y montó su compañía de telecomunicaciones.

Esos recuerdos y pensamientos le trajeron tanto alegría como tristeza, pero eran mucho para él, así que sacó una caja, se quitó el cerebro de nuevo y lo puso ahí, escribió encima con marcador, y bien grande: "3-feb-2010. No abrir hasta dentro de 30 años."

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